domingo, 19 de junio de 2011

Sueños que regresan mientras la soledad me acompaña…

Tendría entre 8 u 10 años de edad, en aquel pueblito alejado de la mancha urbana, donde no oyes tu voz a distancia y no hay donde rebote los ecos, lo increible de esos lugares  es que gritas y sientes ese vacio, ese molesto tapón de oidos que sientes ,que solo tú te escuchas.
Al llegar al poblado te sentirias algo maravillado, miras  a lo lejos los cerros con un tono azulado , evocando frio, siguiendo el camino , cercano a una curva, se encuentra  un viejo hospital Psiquiátrico que aún esta activo lleno de pacientes alejados de todo, se siente un aire de nostalgia  al pasar por alli , más adelante esos caminos en sus laderas campos de sembradios , cerca una capilla  que ora  por aquellas   vias de un viejo ferrocarril que ya no pasara para mirar esos campos de frijol y maíz .
Ahora hemos llegado al pueblito. San Mateo Ixtlahuaca , saliendo a la frontera de Tizayuca, casi llegando a Pachuca ( Tierra de los vientos, y de los pastes sabrosos ).
Esa Iglesia por donde vi pasar caravanas fúnebres entre esas las de mis padres , hermanas , mis tios y abuelos . Hoy la vi tan calmada, tan cautelosa de ser visitada, he dejado una oración por los que aún estamos y por los que ya se han ido, para salir a casa de mi Tio (EPD) .
En esa esquina terminando la iglesia ,  metermos a una callecita, cuyo nombre no he visto que diga algo , entre los arbustos una puerta , la vieja casa donde llegabamos a reunirnos en familia, me sentia mucho porque era de ciudad, y las niñas del pueblo se asombraban de mis vestidos y mi cara recien bañada (escaseaba en esa época el agua y la gente era muy pobre) . Esos domingos llevabamos ropas y comidas para darle a la gente del pueblo mi famlia era muy altruista con la gente ya que fue el pueblo donde nacieron mis abuelos maternos.
Cuando terminabamos de dar las cosas entrabamos a la casa a comer y en esas enormes ollas de comida, recuerdo , arroz, moles, chicharrones en pico de gallo, frijoles, hartas tortillas , parecía una fiesta popular de pueblo, pero no, era nuestra casa invitando a la gente a vivir felíz y convivir , los  ancianos y mis tios sentados en la mesa entre cervezas y refrescos, comiendo cacahuates,  jugando Dominó, yo solo mirando con mi vestido rosa de baberito con un gatito pintor , mis zapatos blancos de piel , el  cabello con dos coletas y perlas blancas , escuchando sus risas y sus parloteos de quien iba ganando , mi tio me tomó en sus brazos y me coloco en su pierna me dijo - Mira, esto es un dominó se juega contando las fichas vamos a jugar- , observaba y me hacía participe de sus jugadas , allí conocí mi gusto por el dominó una niña de 8 u 10 años jugando con los mayores , las risotadas, los gestos de cariño , mi familia y la gente del pueblo …
Han pasado ya varios años . Aún hago el gran honor de jugar Dominó y mejorar, a veces con mis compañeros de universidad, tomamos una mesa, agarramos los refrescos o las cervezas uno que otro su café, ponemos el periódico , hacemos la “sopa” del dominó, discutimos lo seguimos jugando ahora a mis veintitantos años
! A Salud de mis tios y aquellos ancianos del pueblo que alegres se miraban !.

4 comentarios:

  1. Interesante narración pastoral, reflejando el espíritu del México rural, el final del relato con la mención de la introducción al juego del dominó es graciosa sorpresa. Gracias por compartir esta experiencia personal.

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  2. Es un maravilloso texto...me encanto como describes aquel lugar, tan lindo,simple y lleno de recuerdos. Espero leer mas de tus narraciones...se siente que se aprende algo nuevo con esto.

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  3. Una muy buena narración, importante porque compartes algo de tu vida y de una manera amena, inteligente, casi mágica. Ojalá te pueda seguir leyendo.

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  4. Este texto me produce sensaciones contradictorias. Primero, algo de alegría al trasladar la atención a la niñez. Pero también algo de desear que la niñez de mis hijos no tenga relación con la pobreza. Me crié en la ciudad y soy muy citadino, casi no tuve en mi niñez relación con el campo y los pueblos pequeños, nunca me han gustado, mis recuerdos infantiles están todos relacionados con el vértigo de la ciudad.

    Bonito texto! saludos.

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