Tendría entre 8 u 10 años de edad, en aquel pueblito alejado de la mancha urbana, donde no oyes tu voz a distancia y no hay donde rebote los ecos, lo increible de esos lugares es que gritas y sientes ese vacio, ese molesto tapón de oidos que sientes ,que solo tú te escuchas.
Al llegar al poblado te sentirias algo maravillado, miras a lo lejos los cerros con un tono azulado , evocando frio, siguiendo el camino , cercano a una curva, se encuentra un viejo hospital Psiquiátrico que aún esta activo lleno de pacientes alejados de todo, se siente un aire de nostalgia al pasar por alli , más adelante esos caminos en sus laderas campos de sembradios , cerca una capilla que ora por aquellas vias de un viejo ferrocarril que ya no pasara para mirar esos campos de frijol y maíz .
Ahora hemos llegado al pueblito. San Mateo Ixtlahuaca , saliendo a la frontera de Tizayuca, casi llegando a Pachuca ( Tierra de los vientos, y de los pastes sabrosos ).
Esa Iglesia por donde vi pasar caravanas fúnebres entre esas las de mis padres , hermanas , mis tios y abuelos . Hoy la vi tan calmada, tan cautelosa de ser visitada, he dejado una oración por los que aún estamos y por los que ya se han ido, para salir a casa de mi Tio (EPD) .
En esa esquina terminando la iglesia , metermos a una callecita, cuyo nombre no he visto que diga algo , entre los arbustos una puerta , la vieja casa donde llegabamos a reunirnos en familia, me sentia mucho porque era de ciudad, y las niñas del pueblo se asombraban de mis vestidos y mi cara recien bañada (escaseaba en esa época el agua y la gente era muy pobre) . Esos domingos llevabamos ropas y comidas para darle a la gente del pueblo mi famlia era muy altruista con la gente ya que fue el pueblo donde nacieron mis abuelos maternos.
Cuando terminabamos de dar las cosas entrabamos a la casa a comer y en esas enormes ollas de comida, recuerdo , arroz, moles, chicharrones en pico de gallo, frijoles, hartas tortillas , parecía una fiesta popular de pueblo, pero no, era nuestra casa invitando a la gente a vivir felíz y convivir , los ancianos y mis tios sentados en la mesa entre cervezas y refrescos, comiendo cacahuates, jugando Dominó, yo solo mirando con mi vestido rosa de baberito con un gatito pintor , mis zapatos blancos de piel , el cabello con dos coletas y perlas blancas , escuchando sus risas y sus parloteos de quien iba ganando , mi tio me tomó en sus brazos y me coloco en su pierna me dijo - Mira, esto es un dominó se juega contando las fichas vamos a jugar- , observaba y me hacía participe de sus jugadas , allí conocí mi gusto por el dominó una niña de 8 u 10 años jugando con los mayores , las risotadas, los gestos de cariño , mi familia y la gente del pueblo …
Han pasado ya varios años . Aún hago el gran honor de jugar Dominó y mejorar, a veces con mis compañeros de universidad, tomamos una mesa, agarramos los refrescos o las cervezas uno que otro su café, ponemos el periódico , hacemos la “sopa” del dominó, discutimos lo seguimos jugando ahora a mis veintitantos años
! A Salud de mis tios y aquellos ancianos del pueblo que alegres se miraban !.